lunes, 9 de junio de 2014

Epifania Gutural

Antes, cuando todo era como antes, era Héctor, el electricista. Antes. Ahora cualquier descripción que se hiciera de él no podría omitir los musgos y líquenes que crecían en perfecta simbiosis con sus extremidades, ni el gigante agujero infeccioso que nunca le cicatrizó, y permanece allí, donde le pegaron el tiro aquel día en el que vió por última vez a otros humanos. ----- En esa cueva putrefacta vivía un sapo gigante, al cual el viejo ordeñaba diariamente para extraer la toxina con la que mantenía la infección dentro del rango de lo controlable. Todos los días y todas las noches este viejo interrumpía su postración casi eterna para rascar el lomo del sapote. El monstruo emitía entonces los más grotescos gemidos de placer, y liberaba ese líquido arenoso por sus poros deformes. ----- Un mal día, cuando ex-Héctor se disponía a ordeñar al legendario anfibio, éste abrió su boca tanto que el viejo pensó que se lo comía. En lugar de eso, emitió una voz gutural con la que dijo: - ¿Qué es lo que haces día y noche? ¿Quién eres y que estás buscando con estas prácticas?

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